la defensa del territorio emocional

Tere Santana
4 min readJul 20, 2023

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Siempre ocupé y escuché la frase de “nuestro cuerpo es nuestra casa”, luego leí “Como Caracol” de Alaide Ventura y después de la frase:

“Por lo menos yo la iba a llevar siempre conmigo, como se llevan las cosas que importan. Mi casa, mi mundo, mi abuela a cuestas, como el caracol.”

mi percepción de mi cuerpo como casa cambió.

Llevo 7 años en terapia, trabajándome y encontrándome. Ha sido un camino largo pero hermoso. Gisela, mi terapeuta, es una lucecita que me guía en los momentos más obscuros, pero lo mágico de su guía, es que sólo me muestra la brújula y en conjunto descubrimos hacia dónde quiero ir. Sin mapas, sin órdenes, sólo en un pleno ejercicio de auto-conocimiento. En fin, en estos 7 años he aprendido que soy un ser valioso, y no en un sentido meritocrático emocional o profesional, sino que yo, para mí, soy muy importante. El ejercicio y la visibilización de esa importancia ha tomado AÑOS. Años de borrar exigencias, renunciar a parámetros, a metas antiguas y a deber seres. Años de escuchar pies descalzos de shakira y sentir que quería mandar todo a la mierda sin realmente hacerlo (incluso antes de ir a terapia la verdad). Años de trabajo, años de construcción para poder darle autonomía a mi ser y dejar que ocupe el espacio que necesite ocupar en la vida de las demás personas. Entender que sí el espacio que ocupo y el espacio que hay no coinciden, está bien y no es problema del espacio ni de la ocupación, simplemente no coincidimos y está bien. Dejemos ir.

Renunciar a todo esto me ha permitido saberme en casa. Mi forma de sentir, mi vulnerabilidad, la defensa de mi territorio corporal y sentimental, mi auto-cuidado a través de los límites, mi búsqueda constante del bien-estar, es mi casa. Yo soy mi casa. Yo soy la guardiana de mi cuidado, yo tengo agencia en mis límites y tengo agencia para irme y quedarme sólo donde se sienta bien. Tengo agencia de cuidarme. Me llevo a mí y llevo a mi casa a cuestas, justo como el caracol.

Y en un mundo tan violento y lleno de relaciones de poder, no pienso que este discurso busque responsabilizarnos de violencias que han ejercido sobre nosotras, porque sé que el llevar nuestra casa a cuestas no es suficiente para cuidarnos de este sistema patriarcal, feminicida y capitalista. Sin embargo, sí creo que el cuidarnos, el renunciar a mandatos y escucharnos a nosotras y a las vulnerabilidades de las demás, es una forma sumamente poderosa de crear espacios de bien-estar colectivos. Espacios que reten a este sistema y que nos empujen a disfrutar la vida.

En este mundo el sentir, expresar, vulnerar esta muy castigado. En general, vivir la experiencia humana es muy castigado. Pienso que es importante que logremos un mundo donde podamos experimentar el rango enorme de emociones, haciéndonos responsables de las consecuencias de nuestras decisiones y cuidándonos entre todes. Y creo la única forma de hacer esto es construyendo nuestra casa y acompañando en la construcción de las casas de las demás personas. Respetando sus límites, empatizando con elles, entendiendo que son humanes. Y eso mismo, aplicarlo a nosotres.

Hace 3 años escribí un artículo sobre las casas en obra negra y la deconstrucción del amor romántico. Creo que en ese momento veía al amor como una casa, ahora sé que mi casa soy yo y el amor es dejar entrar a la gente, contarle de los rincones secretos y de las recámaras más cómodas. Es enseñarle los cuartos que aún no están del todo construidos y otros que te gusta tener sólo para ti. Es visitar la casa de las demás personas y escuchar cuidadosamente las instrucciones del uso de ese espacio por ser explorado. Es saber irse, saber quedarse, saber estár. Es comprender que en ocasiones, en la casa ajena vamos a tirar floreros que ni esa persona sabía que eran tan relevantes. Y tendremos que buscar formas de arreglarlos. Pero también entender que el que tiren nuestros floreros, se rompan platos o vasos, son cosas que pueden suceder por el simple hecho de que se utilicen. Y así es con las relaciones, estamos en constante aprendizaje de une y de les demás, a veces en esos aprendizaje tocamos fibras sensibles y lastimamos, las reparamos y sanamos. No creo que la solución sea caminar de puntitas en la casa intentando no tocar nada, pienso que la solución siempre es preguntar antes de tocar y si sabes que puedes tocar, hacerlo con cuidado.

En fin, mi casa no es el amor, mi casa soy yo.

Mi casa es un espacio donde no quiero que la ansiedad y los miedos reinen.

Mi casa es un lugar de cuidados para el resto, pero sobre todo, para mí.

Mi casa es mi territorio y como diría Sara Hebe “Si no tuviera territorio, no lucharía por lo que es mío”, pero sí tengo territorio y mi territorio soy yo.

Y como muchas hemos gritado al unísono:

mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía, yo soy mía

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Tere Santana

Un día empecé a escribir y me di cuenta que era el mejor método para desmarañar mi cerebro. De ahí nunca paré.