La puntualidad de irse y la decisión de quedarse.

En esta casa estamos en constante cambio y como consecuencia, todo el tiempo nos cuestionamos cosas.

Tere Santana
5 min readApr 27, 2020

Hace un par de días escribí un tuit en el que preguntaba qué era el amor de pareja y el estar en pareja. Las respuestas me llenaron el corazoncito y me permitieron poner en palabras lo que llevo un buen tiempo pensando.

En el último año, después de haber salido -al menos yo, siendo una parte de- de una relación amorosa un poco extraña (y que no se denominaba como tal), vi mis conceptos destruidos. ¿Qué es el amor?, ¿qué es una pareja?, ¿no es exactamente lo mismo tener una pareja que ser amigues y tener sexo? Todas esas preguntas rondaron por mi cabeza y no encontraba solución alguna, así que sólo decidí ir por el mundo, conociendo gente, disfrutando la vida y abriéndome poquito o mucho. Todo en consecuencia al contexto, pero siempre procurando asumir mi responsabilidad afectiva (qué concepto, ¿no?).

Creo que nuestra definición de amor se construye mediante un entrenamiento automático, es decir, es la respuesta que tenemos ante miles de estímulos ambientales que nos dicen qué es lo que debe inspirarnos ternura y cariño, y cómo es que, en respuesta a ello o a la falta de ello, debemos actuar. Todos esos estímulos (o al menos una gran mayoría), están basados en el amor romántico, que es ese ideal de mitades, celos, eternidades e incondicionalidad, cosas que yo traduzco en poner delante de una misma todo lo que se espera de nosotras y todo lo que se supone que debemos tener o aspirar a tener. Cuando una decide que eso que nos enseñaron no nos es suficiente o que al contrario, nos asfixia, busca cómo moverse dentro de lo que ya sabe para poder encontrarse. La propia definición de amor y de relaciones se vuelve necesaria. Siempre he creído que la teoría es un buen primer paso, pero realmente, vivir sólo en el mundo de las ideas nos mantiene muy alejadas de lo que es la construcción propia. Una tiene que acuerpar, arriesgar y entrarle para conocer y construir sus límites. Límites, gran palabra y concepto, GRAN VIVENCIA… especialmente porque va en contra de todo eso que nos enseñaron que es el amor i-n-c-o-n-d-i-c-i-o-n-a-l.

A través de los años, algo que he vivido y que muchas otras amigas han experimentado, es el sentirnos, ser nombradas y autodenominarnos intensas. Creo que esa palabra es una de las más recurrentes en mis sesiones de terapia, y cada que la menciono mi psicóloga me dice lo mismo: “el tener la capacidad de sentir y de nombrarlo no es intensidad, es señal de salud emocional”. El poder empezar a aceptarme como soy, ha sido resultado de meses de chamba emocional ardua, saber que mis necesidades son válidas, entender que lo que quiero es lo que quiero y que no está mal quererlo. Pero sobre todo, entender y aceptar que hay lugares donde no se va a recibir eso. Y es entonces cuando llegamos a un punto complicado… Aprender a irnos. Pienso que se habla mucho del timing para coincidir, para encontrarnos y para ser, pero casi nadie habla de la importancia de la puntualidad al momento irnos. Trabajo duro para las personas que crecimos en un régimen heterosexual y patriarcal donde muchas veces parece que el fin último es encontrar a una pareja, sin importar nada más que estár (siendo el estár una acción y no una decisión). Y es justo en el no saber irnos, donde pienso que se gestan las violencias y el aguante innecesario, donde el ser intensa se vuelve una molestia, más que una característica o una forma de expresar. Donde hay miedos de ser más o mucho, de exigir demasiado, de ser needy, o de no ser suficiente. A veces la razón principal está en la falta de compatibilidad sentimental. A veces está en la nula capacidad de recibir o de dar afecto. Creo que razones sobran, pero la importancia radica en saber cuándo y cómo estar, cuándo y cómo irse y sobre todo, en la importancia de decidir quedarse.

En estos días, donde el tiempo sobra y las ideas abundan, llegué a la conclusión que, si el sentimiento puede o no ser una decisión en su totalidad, la acción de estár y ejercer el amor y cuidado, son decisiones personales, que se nos ha enseñado que se dan de forma automática, pero más bien, simplemente creo que no hemos aprendido de una forma sencilla a direccionarlas, quitarlas o guiarlas hacia adentro en vez de hacia afuera.

Cuando estas en donde quieres y activamente decides estar, donde eres bienvenida y donde te sientes amada, los miedos se atenúan o simplemente se van. Y creo que es porque encuentras hogar y espacio para ser vulnerable sin ser juzgada. Y realmente creo que eso es el amor:

Decidir activamente abrazar la realidad de la otra persona, desde la ternura, la comprensión, la aceptación y la vulnerabilidad. Abrazar lo que la compone interna y externamente, así como también dejarte abrazar y ser. Pero sobretodo, reciprocidad. Bienvenir y ser bienvenida, coexistir por decisión.

Y es que siempre nos enseñan sobre compatibilidad física e intelectual, pero casi nunca sobre la importancia de la sentimental. Sin esta, los cuidados son palabras y no acciones, lo que se traduce en inseguridades, miedos y ansiedades. Siempre nos hablan sobre lo que merecemos, pero nunca sobre lo que deseamos. Ojalá algún día podamos eliminar la meritocracia sentimental y habitar el deseo, el compañerismo y la ternura como la militancia diaria.

Alguna vez leí que “amor” sin reciprocidad, es sólo devoción. No sé si lo categorizaría como devoción, pero el amor en pareja sí creo que es una construcción y una decisión que necesita sí o sí de reciprocidad, comunicación y entendimiento. Pienso que es poder sentirse libre de ser quien se es, percibir que la otra persona se desenvuelve sincera y libre también. Saber que la autodeterminación y los límites no se verán vulnerados por el cariño y que el buen-trato y el respeto son pilares fundamentales. Y sobretodo, vivir el que ambas partes procuren el cuidado propio y mutuo, plantando así, un piso mínimo para una relación que ataque la idea del status quo, de dominación y de poder relacional.

Creo fielmente que el amor de pareja, construído desde otras formas, sí puede ser un confrontamiento directo a todo el sistema relacional en el que nos hemos construído. Y lo mejor, es que no existe sólo una forma de ser pareja, no existe sólo un tipo de amor, pero conocer el nuestro, respetarlo y buscar algún espacio en donde sentirnos cuidadas, deseadas, amadas y valoradas, es lo que podemos hacer como primer acto de autocuidado, porque es a partir de ello, que planteamos también un piso mínimo de cómo nos gustaría ser cuidadas. Creo que el amor es tener espacio suficiente para amarse y cuidarse a una… acompañando, amando y cuidando de la otra persona.

Y al final de cuentas, creo que cuando una aprende a irse, sabe de mejor forma cómo quedarse.

--

--

Tere Santana

Un día empecé a escribir y me di cuenta que era el mejor método para desmarañar mi cerebro. De ahí nunca paré.